La mujer y el cine
A un año de su fallecimiento, a los 83 años, recordamos a Susana López Merino. Nunca escribí necrológicas, muy pocas efemérides sobran los dedos de una mano, solo de amigos entrañables que mi emoción arrastrada por la tristeza me precipitan a ello. Es el caso de Susana, quien se agregó a la lista de Vittorio Taviani, China Zorrilla, Fernando Birri, Diego Galán, Agustín Alezzo, José Martínez Suarez y Pino Solanas. Basta por favor.
Cuando uno tiene la edad que tiene, sus contemporáneos dicen hasta aquí llegue y se retiran a otra dimensión.
A Susana la conocí personalmente en el año 1993, pero ya sabía de quien se trataba. Tenía como dicen los colegas todos los pergaminos. Profesora de Historia, escritora, Directora de la mítica Villa Victoria y del complejo Teatral Auditorium ambos de la ciudad de Mar del Plata, en reiteradas oportunidades, atravesando distintos gobiernos provinciales y municipales, ítem que confirma su capacidad ineludible. Secretaria de Cultura de la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires. Gestora cultural, de alguna manera había que denominarla. Yo simplemente la tenía como una hacedora inquieta que sorprendía a cada rato.
Nunca tuve una discusión o un desacuerdo con ella. Mi alejamiento físico fueron mis trabajos en las provincias de Santiago del Estero, Chubut, Neuquén y Misiones. Estando en Comodoro Rivadavia, gerenciando el hotel cinco estrellas Lucania Palazzo Hotel, le compramos el primer tramo de una exposición que ella particularmente había diseñado sobre Wolfgang Amadeus Mozart. ¿Por qué el primer tramo? Por su costo total. Por ejemplo el último tramo incluía un clavicordio ejecutando temas del compositor por una niña de solo ocho años. Increíble. En la ciudad esta exposición fue un acontecimiento. Por el ingreso al hotel se tenía que atravesar una larga puerta de Blindex, en ella, transparentadamente estaba atravesada en color negro la firma original de Amadeus. Luego se le adquirió una exposición sobre el poeta y escritor español Rafael Alberti, corriendo la misma suerte de la anterior exposición.
En Mar del Plata fue creadora de varios acontecimientos. Mencionaremos solo cinco: “La semana del chocolate”. “Traiga su manta”, para los espectáculos al aire libre en la Villa Victoria. “Desaburriendo el invierno” en el teatro Auditorium. Trajo por primera vez a la Argentina la exposición de la obra de Joan Miró que se exhibió en la Villa y nos hizo conocer a Toni Puig, un barcelonés reconocido en el mundo entero, que nos cautivó con su sabiduría sobre Turismo, Diseño de ciudades Poesía. Regresó a Mar del Plata en siete oportunidades y según él, fue Susana quien le hizo descubrir nuestro país.
La última vez que la vi, fue hace dos años en su casa, si bien no se la veía bien por su estado de salud, seguía siendo la Susana de siempre. Una gran anfitriona. Por comentarios me enteré que no recibía a nadie. Por intermedio de su hija menor Pilar Oteriño, tramité la entrevista. Concurrí con el director de mis tres últimas películas de ficción en las que he intervenido Mariano Laguyaz. Le fuimos a proponer participar junto a notables queridos amigos en común de un proyecto cinematográfico. Después de contarlo con lujo de detalles, se le ilumino la mirada e inmediatamente dijo que sí. Preguntó por el estado de esos amigos, les envió sus saludos y besos. Fueron casi dos horas memorables. Ya en la vereda de su casa, Mariano Laguyaz con la autorización escrita pertinente firmada por Susana, me agradeció la posibilidad de poder haber conocido a semejante mujer.
Susana no era una extraña en la industria cinematográfica, fundó el segmento o Festival exitoso “La mujer y el cine” siempre vigente. Juntos hicimos el primer “Festival de Cine Latinoamericano” en el Teatro Auditorio, donde ganó el mexicano Gabriel Retes con su film “El bulto”. Fue ella quien me llamó para comenzar la odisea de recuperar el Festival Internacional de cine de Mar del Plata, trabajando codo a codo, logrando nuestro cometido.
Tengo muchas fotos con ella, todas malas, algunas acompañan esta nota.
Tengo muchas anécdotas con ella, contaré una sola:
Me llama y me dice: “Mañana te pasó a buscar con tu señora a las ocho de la mañana, con mi auto y el tuyo, dispone de todo el día. Voy con Aldo, su pareja, es una sorpresa”. Viniendo de ella me deje llevar. Varios kilómetros de ruta, llegamos a Cárilo. Dimos unas vueltas y llegamos a un gran chalet con un inmenso parque. En el frente había un cartel que decía “Centro de estudios musicales Alberto Lysy”. El mismo nos dio la bienvenida. Sus alumnos disfrutaban del seminario anual de verano. Norteamericanos, Coreanos, franceses, Italianos, alumnos llegados de varios países de Europa.
Como se podrán imaginar la experiencia fue única e inolvidable. Al finalizar la jornada Lysy, el creador de la Camerata Bariloche, nos pidió llevarlo a Mar del Plata previo paso raudo por el aeropuerto Astor Piazzolla. Le dejó el violín a cuidado de mi esposa, sin antes advertirle: “cuídemelo, es mi Stradivarius preferido” y con sorna, agregó: “vale un millón de dólares”. Alberto Lysy y su Stradivarius, llegaron ilesos a la ciudad.
Sin Susana, lo narrado no hubiese sucedido. ¿Qué más puedo agregar? Susana, estés donde estés, te mereces la paz más placentera. Que así sea.