“Ciertas obras surgen a la luz en circunstancias insospechadas, pero siempre oportunas.”
Dedicado a todas las mentes y sucesos que ayudaron en mi crecimiento
y al Lautario que todos llevamos dentro encerrado bajo innumerables barreras.
Capítulo I
Llegué al secreto lugar. Entré a sondear con precaución. Percibí bondad, tranquilidad, energía, silencio… Una mullida alfombra, almohadones, incienso, flores, paredes blancas con algunos espejos y símbolos.
Ingresó un viejo maestro de mirada fuerte, pacífica y penetrante; vistiendo cual monje con una larga toga blanca.
– Siéntate en paz, Cristián. -Resonó su voz hospitalariamente en la habitación. Accedí, aún cauteloso, a su ofrecimiento.
– ¿Cómo se logra la Paz y Tranquilidad? -Comencé a interrogar.
– El Ser está siempre desorientado hasta que la encuentra en sí mismo. Lo más difícil es la Búsqueda de uno mismo. Quien deja atrás la perplejidad y se encuentra, haya lo que buscas. Abandonarás las dudas que no te permiten tomar decisiones concluyentes. Una experiencia no realizada produce un orificio en la trama de su ser. Debes traspasar las barreras del intelecto, dejar fluir el vuelo interior y respirar la paz del espíritu.
– No me parece tan fácil encontrar esa libertad en la sociedad en que vivimos. -Repliqué.
– Comer, dormir y trabajar. ¿Es ese tu ideal de vida? Tienes que comer porque tu cuerpo lo exige. Pero hazlo solo cuando lo haga. De la misma forma debes dormir y despertar, soñar y observar. Y debes labrar la tierra con el sudor de tu frente, pero no con el de todo tu cuerpo.
– ¿Y cuál es la solución? ¿Cuál es la salida? -Imploré pese a conocer la respuesta, pretendiendo ignorarla.
– ¡Qué ser inseguro es el hombre!… -dijo leyéndome mis pensamientos. – Si lo sabes, no preguntes, hazlo.