Dostoievsky escribió: «El hombre puede vivir sin ciencia, puede vivir sin pan, pero sin belleza no podría seguir viviendo, porque no habría nada más que hacer en el mundo. Todo el secreto está aquí, toda la historia está aquí».
Qué es la Belleza, nos preguntamos con el mismo estupor que Pilato ante Jesús: ¿qué es la Verdad?
A través de esta columna trataremos de ser una voz más en defensa y debida valoración de la Música y el Arte en esta coyuntura de cuarentena y aislamiento sociocultural. Sociocultural porque el Arte, y vamos a hablar para el caso del arte musical, bien desarrollado, bien percibido y bien apreciado y disfrutado, se da social y ubicuamente. No sólo desde el aspecto indiscutible de la producción de este arte, sino desde la percepción de los sonidos tanto fisiológica como emocional y espiritualmente.
Y aquí está el fundamental aspecto que quisiéramos valorar y resaltar en esta nota: el alimento emocional y espiritual que significa y es ontológicamente la Música -intencionadamente con mayúscula por referirnos a la misma como Arte creativo que no sólo recreativo, vehículo para la suspensión del tiempo y no sólo pasatiempo, goce estético que no sólo entretenimiento frívolo, alimento para el espíritu y no sólo consumo secular.
Aspecto fundamental hemos dicho por la razón de que es la base sobre la que se sustenta otro aspecto valioso para el ser humano: la identidad. Y esto es así tanto como sujeto individual como integrante de un pueblo, en cuanto ser gregario que es. Así es que la Música es necesaria para forjar, asumir, expresar y mantener la identidad en dos diferentes facetas: la individual y la colectiva.
La faz colectiva es tal vez la más visible hoy día, la más fácilmente apreciable por lo concreto y unificador: la nación, la nacionalidad, la patria. Instituciones identitarias colectivas en las que los individuos se reconocen con otros individuos, generando así una cierta comunión. Lo veo como en el primer escalón cultural, necesario para todo pueblo, pues éstos progresan o superan sus dificultades cuando mantienen la unidad. Unidad que se fortalece cuando los puntos de acuerdo son mayores cuantitativa y cualitativamente. Aquí la música nacional participa en la emoción y el sentimiento de pertenencia a un país, forma parte de esa identidad colectiva. Y cuando decimos “nacional” no sólo nos estamos refiriendo al folklore o la música popular ciudadana, en el caso argentino el tango, el rock argentino, la cumbia santafesina o el cuarteto cordobés, sino a lo que un pueblo reconoce como música de autor nacional, ya sea que tenga sones nacionalistas o no, que contenga ingredientes tomados del folklore o el tango, o no contenga nada evidentemente distintivo nacional -y decimos evidentemente pues toda música, por caso, creada por argentinos, contendrá elementos argentinos aunque no sea algo realizado deliberadamente por su autor.
Sobre este aspecto, el reconocimiento de los autores y creadores nacionales, nos explayaremos en las próximas entregas, así como la influencia en la identidad individual que la Música forma en el ser, faz más profunda de este aspecto que será motivo para seguirnos adentrando en este gran tema en que nos hemos embarcado: la Belleza (musical) salvará al mundo.
[1] La belleza salvará al mundo. Fiódor Dostoievsky, El idiota
[2] Pablo Llamazares: Profesor de Artes en Música por el Conservatorio Superior de Música “Manuel de Falla” de Buenos Aires; docente en la Universidad Nacional de Lanús, trompista, compositor, miembro de la Asociación Argentina de Compositores y de Compositores Unidos de la Argentina.